Historia

Antecedentes históricos

La historia de la gran devoción de Granada al Santísimo Cristo de los Favores comenzó hace casi 400 años, cuando en 1640, según relata Enríquez de Jorquera, los vecinos del Barrio del Realejo:

“pusieron una grandiosa cruz de piedra de alabastro muy labrada con su reja a la redonda de mucha costa con sus quatro faroles de las quatro esquinas de la reja que arden de dia a noche; pusose todo a su costa de los vecinos debotos (…).

Hizose la imagen y monumento para colocarlo, en principio, en la plaza del Realejo Alto, rodeado de una reja, finalizada en 1641. En ese lugar pronto empezó la imagen a suscitar la devoción de los vecinos, que acudían con sus plegarias a impetrar los favores del Cristo para que los socorriera de sus zozobras y desventuras. Seguramente, la advocación de Favores no la tenía en los primeros años de haberlo colocado en aquel lugar y fue una denominación que la imagen fue adquiriendo por designación popular.

En aquellos siglos XVI y XVII la ciudad de Granada se pobló de capillas y cruces callejeras, como un exponente más de la sacralización de los espacios públicos; en una ciudad que había regresado a la fe cristiana, después de casi ocho siglos de ocupación islámica. Esta sacralización cristiana ya había comenzado desde el mismo año de la reconquista de la ciudad con la utilización de las muchas mezquitas que en ella existían para convertir estos edificios en iglesias parroquiales.

Se especula sobre la identidad del autor del Crucificado de los Favores y de su monumento, atribuyéndose al escultor granadino Alonso de Mena (1587-1646), el más prolífico de los existentes en Granada en ese año de 1640, y autor, asimismo (uno de ellos), del monumento a la Inmaculada, en forma de columna de Triunfo romano, y del Crucificado que está frente a la ermita del Santo Sepulcro del Sacromonte, con el que presenta ciertas similitudes.
No quedó el monumento en el lugar original, pues en 1682 fue trasladado al Campo del Príncipe, tal vez ya a iniciativa de su hermandad, lugar donde hoy aún permanece. En el mismo monumento existe una inscripción que alude a esta fecha en la que dice: “Se acabo, año de 1682”, misma fecha de otra inscripción en la que se comunica que el Arzobispo de Granada, don Alonso Bernardo de los Ríos, concedió 40 días de indulgencias a los que rezaren a la imagen el Padrenuestro y el Avemaría.

Campo del Príncipe Señor de los Favores

El Barrio del Realejo

Este barrio donde surgió la devoción hunde sus raíces en los mismos orígenes de la ciudad, varios siglos antes del nacimiento de Jesucristo, cuando comerciantes fenicios y judíos se fueron estableciendo en la colina de lo que sería el Mauror, núcleo poblacional que después los árabes llamarían Garnata Al-Yehud (Granada de los Judíos). Allí, en ese barrio judío, seguramente, acudirían los discípulos judíos de Cristo que abrazaron el Cristianismo, como el Varón Apostólico San Cecilio, y que vinieron de Israel a traer el Evangelio a estas tierras granadinas. Barrio extramuros de la ciudad ibero-romana de Illiberis, llamado Garnata, que, finalmente, daría su nombre a toda la ciudad en la época musulmana.

La Qbba del Cuarto Real de Santo Domingo

El barrio se extendió con los árabes, que lo fortificaron, ampliando las murallas para recogerlo y construyendo la fortaleza de Torres Bermejas en la zona alta del Mauror. Al recinto del barrio se accedía por varias puertas de entrada abiertas en la muralla, como la de Bib-Lacha o del Pescado en la zona que daba al río Genil; la de Bib-Neched o de los Molinos, al final de la calle de su nombre, que iniciaba el camino hacia Cenes, Güéjar y Sierra Nevada; la de Bib-Ataubin, adosada al castillo de este nombre, o la de Al-Fajarín o de los Alfareros, en la misma plaza del Realejo, en la zona llamada placeta de Fortuny. Puertas que separaban y unían el barrio al resto de la ciudad.

En las afueras de aquel barrio poblado, en gran parte, por judíos, se construyeron, desde la època almohade, palacetes y huertas para recreo de la familia real granadina, como el palacio de Aixa, llamado después Cuarto Real de Santo Domingo, construido hacia finales del siglo XIII por el rey nazarí Muhamad II, en el que destaca la Qbba o salón de recepción, que constituye un torreón sobre la muralla. A estos espacios de huertas se trasladaba en verano la familia real nazarí y, parte de ellos fueron cedidas por los Reyes Católicos para levantar el convento dominico de Santa Cruz la Real. Precisamente, estos espacios reales dieron el nombre, ya en época cristiana, al Barrio del Realejo.

El Cristo de los Favores del Monumento

El Campo del Príncipe, en la pendiente que baja de la colina de los Mártires, y donde se trasladó definitivamente en 1682 el monumento al Cristo de los Favores, también tiene hondas raíces históricas, que se remontan, seguramente, a los albores de la conquista islámica. Ese gran espacio en suave pendiente se llamó por los árabes Fahs Abulnest, o Campo de la Loma, que se dedicó a cementerio musulmán con el nombre de Maqbarat- Al Assal y, en su parte alta, se situaba, según el plano de Seco de Lucena, la Jima Al-Yahud o Sinagoga de los Judíos, convertida en parroquial de San Cecilio, al reconquistarse la ciudad de Granada.

Aquel cementerio desaparecería cuando en 1497 se mandó allanar para crear un espacio de esparcimiento para que el pueblo celebrara las bodas del Príncipe Juan, hijo de los Reyes Católicos, que ese año se casó con Margarita de Austria. El cabildo de la ciudad dispuso que se hiciese “un campo para la alegría de las bienaventuradas bodas del Príncipe nuestro señor”, desde entonces se denominó aquel lugar Campo del Príncipe. Unos años más tarde, se dedicó por dicho cabildo a espacio de fiestas de toros y juegos de cañas.

A los vecinos del barrio se les denominaba desde tiempo inmemorial con el apodo de greñúos, apelativo sobre cuya razón existen varias teorías, aunque la que más parece que responde a la realidad es la que se refiere a los judíos, originales habitantes del barrio, que llevaban colgando de los lados de sus cabezas unas largas patillas rizadas y el pelo lleno de bucles. Aún, en nuestros tiempos, en muchos países las siguen llevando.

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